El
Renacimiento
La música del Renacimiento o música renacentista es la
música clásica europea escrita durante el Renacimiento, entre los años 1400 y
1600, aproximadamente. Las características estilísticas que definen la música
renacentista son su textura polifónica, que sigue las leyes del contrapunto, y
está regida por el sistema modal heredado del canto gregoriano. Entre sus
formas musicales más difundidas se encuentran la misa y el motete en el género
religioso, el madrigal, el villancico y la chanson en el género profano, y las
danzas, el ricercare y la canzona en la música instrumental. Entre los
compositores más destacados de este periodo se hallan Josquin Desprez,
Palestrina, Orlando di Lasso y Tomás Luis de Victoria.
La música renacentista se caracteriza por una suave
sonoridad que deriva de la aceptación de la tercera como intervalo armónico
consonante (uniéndose en esta categoría a quintas y octavas, ya admitidas en la
Edad Media) y del progresivo aumento del número de voces, todas de igual
importancia y regidas por las reglas del contrapunto: independencia de las
voces, preparación y resolución de las disonancias, uso de terceras y sextas
paralelas, exclusión de las quintas y octavas paralelas, etc.
El prototipo de obra musical renacentista es una pieza
vocal de textura polifónica, frecuentemente imitativa, escrita para entre tres
y seis voces de carácter cantabile; cada línea melódica o voz podía ser
interpretada indistintamente con voces reales o con instrumentos. Si bien el
rango de cada línea supera apenas la octava, la extensión general del conjunto
rebasa ampliamente las dos octavas, evitándose el cruce entre las voces (que
forzaba a que estas fueran heterogéneas y contrastantes en la polifonía medieval).
El sistema melódico utilizado siguió siendo el de los
ocho modos gregorianos; las características modales (opuestas a las tonales) de
la música del Renacimiento comenzaron a agotarse hacia el final del período con
el uso creciente de intervalos de quinta como movimiento entre fundamentales,
característica definitoria de la tonalidad.
Durante este período la música religiosa tuvo una
creciente difusión, debida a la exitosa novedad de la impresión musical, que
permitió la expansión de un estilo internacional común en toda Europa (e
incluso en las colonias españolas en América). Las formas litúrgicas más
importantes durante el Renacimiento fueron la misa y el motete.
La misa cubría el ciclo del ordinario (Kyrie, Gloria,
Credo, Sanctus-Benedictus y Agnus Dei) y se le solía dotar de unidad al basarse
en material preexistente. Para ello se seguían dos procedimientos de
composición principales:
El motete renacentista era una pieza polifónica de texto
sacro y en latín. Deudor en un principio del motete medieval, del cual
procedía, pronto asumió una continua textura imitativa de voces de igual
importancia (en número cada vez mayor: cuatro en el siglo XV, cinco o seis a
finales del XVI), con frases musicales imbricadas y nuevos motivos para cada
frase textual. En el motete el autor generalmente creaba material puramente
original, sin tomar préstamos ajenos como en la misa. Ejemplos sobresalientes
de motete renacentista son el Ave María de Josquin o el Lamentabatur Jacob de
Morales.
Géneros sagrados importantes, ya en lengua vernácula,
fueron el villancico religioso español, el madrigal espiritual, la lauda
italiana y el coral luterano.
Música vocal profana
Un gran número de impresos y cancioneros manuscritos nos
han hecho llegar el amplísimo repertorio polifónico profano renacentista. Aquí
sí es posible reconocer formas peculiares de cada país:
En Italia, la
villanella, la frottola y el madrigal.
En España, el
romance, la ensalada y el villancico.
En Francia, una
vez superadas las formas fijas medievales aún vigentes en la escuela borgoñona
(rondeau, virelay, ballade) se creó la peculiar chanson polifónica parisina.
En Inglaterra
se imitó el estilo madrigalístico italiano, apareciendo hacia 1600 la canción
con laúd isabelina.
Hacia el final del período aparecen los primeros
antecedentes dramáticos de la ópera tales como la monodia, la comedia madrigal
y el intermedio.
Música
instrumental
De modo paralelo a la extensión del rango vocal de la polifonía,
los instrumentos ampliaron su tesitura creándose familias completas de cada
modelo; cada tamaño era nombrado con el nombre de la voz equivalente: así, por
ejemplo, se crean flautas de pico soprano, alto, tenor y bajos de varias
tallas, y un proceso semejante siguen instrumentos de cuerda como las violas da
gamba, de metal como los sacabuches o de madera como las chirimías.
Los instrumentos participaban junto con las voces en la
ejecución de la música polifónica; por ejemplo, ministriles (flautas, cornetas,
sacabuches, chirimías y bajones) en las catedrales ibéricas del siglo XVI.
Además, mucha música polifónica se ejecutaba de forma puramente instrumental,
fuera en conjuntos homogéneos (llamados consorts), en grupos que combinaban
instrumentos de diversas familias o sobre instrumentos propiamente polifónicos,
como el órgano, el virginal, el arpa, el laúd o, en España, la vihuela.
Incluyendo la revalorización de las artes como puro
disfrute personal) y el invento de la imprenta produjeron una extraordinaria y
nueva difusión de la música culta. Esta pasó de ser un privilegio sólo al
alcance de la nobleza y el alto clero, y ejecutada exclusivamente por
profesionales, a ocupar también un lugar en el ocio de las clases medias, que
consumían la amplia literatura musical profana publicada en toda Europa para
uso casero de aficionados: canciones polifónicas en Francia, libros de vihuela
y villancicos en España, madrigales en Italia e Inglaterra... Tocar un
instrumento musical pasó de ser tarea propia de menesterosos a refinado
pasatiempo de las clases altas, recomendado incluso por Maquiavelo en El
Príncipe.
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